Así evita el pez payaso las picaduras

Los peces payaso viven en el seno de anémonas, cuyos tentáculos están cubiertos de células urticantes; sin embargo, estos pequeños peces parecen inmunes a su picadura.

10 noviembre 2022 |

Todos los que vimos la película ‘Buscando a Nemo’ recordaremos que tanto el protagonista como su padre Marlin viven, tranquilos y protegidos, en el seno de una anémona de mar.

En otra escena, durante el largo viaje que realiza el heroico padre y su carismática acompañante Dori, vemos que el pez payaso atraviesa, con dificultad, un campo de medusas, resistiendo como puede las picaduras de sus tentáculos.

¿Hasta qué punto es esto posible? ¿Son los peces payaso capaces de resistir las picaduras de anémonas y medusas? Y si es así, ¿cómo lo hacen? Para responder primero hay que saber cómo funciona la picadura de estos animales.

El nematocisto, el secreto de los cnidarios
Tanto las anémonas como las medusas pertenecen al gran grupo de los cnidarios, que comparten con los corales, las avispas de mar y los sifonóforos —colonias de pólipos flotantes como la conocida como carabela portuguesa, erróneamente considerados medusas—. La mayoría de los cnidarios tienen un tipo de célula especial llamada cnidocito en su epidermis y, al menos, en los tentáculos,, responsable del efecto urticante de estos animales.

El cnidocito es un tipo celular exclusivo de estos animales; presenta una cápsula llamada nematocisto, compuesta por un largo filamento enrollado y una vesícula cargada a presión. El cnidocito cuenta, además, con un pequeño cilio denominado cnidocio, que actúa como disparador. Cuando el cnidocilo es activado, el nematocisto se contrae repentinamente, dando la vuelta al filamento, como se da la vuelta al dedo de un guante de látex al hincharlo de aire.

De este modo, el filamento se convierte en una suerte de látigo. Algunos de estos nematocistos son pegajosos y se adhieren a la piel del organismo que lo ha tocado. Otros presentan espinas diminutas que abren heridas en sus víctimas e inyectan su contenido, frecuentemente tóxico.

Protección contra picaduras
Lo cierto es que los peces payaso del género Amphiprion son capaces de habitar en el seno de las anémonas de mar, animales cuyos tentáculos están densamente cubiertos por estos nematocistos tóxicos. Estos peces atraviesan la cortina de tentáculos sin dificultad, saliendo y entrando sin verse afectados por la venenosa influencia de las anémonas. La toxina de estas anémonas es de tipo proteico, y la primera hipótesis que surge para explicar este comportamiento es que los peces payaso sean de algún modo resistentes a estas toxinas. Sin embargo, son tan tóxicas para los peces del género Amphiprion como para cualquier otro pez.

Un hecho muy llamativo es que los tentáculos de las anémonas afectan gravemente al pez payaso cuando entra en contacto después de que su piel haya sido lavada. Y es que estos peces presentan una capa mucosa sobre la epidermis, que es, en realidad, la que protege al pez de los nematocistos de las anémonas.

Hasta hace poco se pensaba que esta resistencia era meramente mecánica: la mucosidad protegía la piel del pez de sufrir la agresión de los nematocistos disparados por la anémona. Pero recientemente se ha descubierto que esta relación es más compleja. La mucosidad epidérmica del pez payaso presenta una gran cantidad de enzimas relacionadas con la inmunidad, incluyendo lisozimas, proteasas, fosfatasa alcalina y peroxidasa. Cuando los nematocistos son disparados, estas enzimas de la mucosa tienen la capacidad de, literalmente, digerir la toxina proteica de la anémona, impidiendo así que entre en contacto con la piel y cause los efectos indeseados bien conocidos. Además, esta mucosa también protege al pez de la infección por determinados grupos de bacterias, como Aeromonas o Vibrio.

Una relación de simbiosis
Los peces payaso y las anémonas de mar tienen una estrecha relación de simbiosis en la que ambos se benefician. El pez encuentra en la anémona un refugio seguro, donde ningún otro pez puede entrar —ni para competir, ni para cazar—. Por otro lado, los peces suelen traer alimento apto para la anémona, ya sea por sus heces, o por los animales que se ven atraídos por su mera presencia.

Según se ha observado, esta relación de simbiosis es tan fuerte que los peces que viven en anémonas que sufren los efectos del cambio climático tienen una menor tasa de supervivencia, son menos activos y tienen un menor uso del espacio.

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